El hombre ha fabricado zapatos siempre de una manera artesanal. Hoy, la industria del calzado se inspira en los procedimientos artesanos, incorporando maquinaria y tecnología, aumentando la producción y permitiendo la fabricación en cadena y en serie. De todos modos, los pasos en esencia siguen siendo los mismos.
España es una potencia mundial en la producción de calzado. Tenemos una tradición que se remonta siglos atrás y nuestros zapatos son símbolo de calidad.
Los principales focos de producción de la industria del calzado coinciden con zonas donde tradicionalmente se ha trabajado la piel para hacer zapatos artesanos. Es el caso de la comarca de Elche, en Alicante, o las ciudades de Inca (Mallorca), Ferrerías (Menorca) o Valverde del Camino (Huelva) donde se han hecho siempre botas de piel para montar a caballo.
La industria del calzado ha creado alrededor toda una industria auxiliar, que provee de material a los fabricantes o de maquinaria e instrumentos para efectuar los procesos. Los ingenieros de Sogorbmac, una empresa que fabrica y vende maquinaria para la fabricación y reparación de calzado, ubicados en Elda (Alicante), una de esas zonas con tradición zapatera, nos cuentan que la tecnología ha avanzado mucho en el mundo del calzado. Sobre todo en materiales y maquinaria. Lo que permite que se fabriquen productos con una mayor calidad y un mejor acabado. Sin embargo, subrayan, que en esencia, los pasos de confección siguen siendo los mismos.
Para que lo pueda entender todo el mundo, son los siguientes:
Se empieza haciendo la parte de arriba.
En el calzado, lo primero que se trabaja es la parte del zapato que cubre el pie. Es importante que tengas en cuenta el tipo de zapato que quieres fabricar, puesto que existen diferencias en el montaje y patronage de unos a otros. No es lo mismo hacer unas deportivas con cordones, que unos mocasines o unos zapatos de tacón.
Una vez aclarado este punto, la web Wiki How, que expone tutoriales sobre cómo se hacen las cosas, lo que recomiendan es comprar o dibujar los patrones del zapato. Es decir, la forma que van a tener cada una de las partes.
Si diseñas un zapato desde cero, es necesario que traduzcas el diseño a patrones. Esta no es una tarea sencilla. Necesitas conocer en profundidad la composición de un zapato. Los zapatos tienen partes que no se aprecian a simple vista, como las punteras internas, los contrafuertes del talón o el cambrillón, una pieza metálica que se coloca encima de la suela para darle inclinación.
Un truco que han utilizado alguna vez los artesanos novatos es la de desmontar un zapato ya existente para obtener el patrón de las piezas.
El zapato se monta sobre una horma.
Una cosa que todo el mundo no sabe es que los zapatos se montan sobre una horma. Un molde de plástico, madera o escayola con la forma del pie. Debe haber una horma para el pie derecho y otra para el pie izquierdo. Y tantas hormas como tallas de zapatos se vayan a fabricar. En la actualidad, las hormas se fabrican industrialmente. De todos modos, hay zapateros artesanos que realizan zapatos a medida que lo primero que hacen es sacarle la horma al cliente.
Para ello, una forma de hacerlo es que el cliente introduzca sus pies desnudos en dos cajas con gel de alginato. Una caja para cada pie. El cliente debe mantener los pies dentro de las cajas durante aproximadamente 20 minutos, de manera que el gel se solidifique y cree un molde. El alginato es flexible, lo que permite que el cliente saque el pie de allí.
Dentro del molde podemos verter escayola o un material solidificante para obtener la horma. La usaremos en varias fases del proceso.
Con los patrones en la mano, cortaremos la piel o la material que vayamos a utilizar. Estas piezas las montamos sobre la horma y las unimos con pegamento de contacto. Cuando el pegamento esté seco es recomendable reforzar la unión de las piezas, cosiéndolas. Esto lo podemos hacer a mano o con una máquina de coser calzado. Lógicamente, coseremos el zapato fuera de la horma.
Fabricar y colocar la suela.
Una vez tenemos terminada la parte de arriba le ponemos la suela. Para fabricar la suela también existen moldes y patrones. La suela la pegamos con cola de contacto. Para que se agarre bien y se adapte podemos utilizar prensas neumáticas.
Existen diferentes tipos de suelas. Cada una de ellas es la adecuada para un tipo de zapato. La revista mexicana G.Q. destaca estas como las más habituales:
- Cuero. Las suelas de cuero son las más elegantes. Son adecuadas para zapatos de vestir. Una vez se adaptan al pie son como un guante; sin embargo, es necesario domarlas. Hasta que esto se produce, la suela puede ser un poco rígida e incómoda. Uno de los problemas de estas suelas es que son deslizantes. Algo que se puede corregir sobreponiéndole unas salvasuelas o Philips. Una de sus mayores ventajas es que se puede reparar o sustituir en la mayoría de los casos. Por los que es una suela adecuada para zapatos duraderos.
- Goma. La goma es un avance significativo en la industria del calzado. Además de su comodidad, ha permitido el desarrollo de procesos como el vulcanizado con el que se pueden fabricar y colocar suelas en caliente con el diseño que queramos, adaptadas a todo tipo de zapato.
- Caucho. El caucho es un material elástico como la goma, pero a diferencia de ella, no es un producto sintético, sino de origen vegetal. Procede del árbol del caucho. El mismo material con el que se fabrican las ruedas de los neumáticos. Se utiliza, sobre todo, en la fabricación de calzado deportivo.
- Crepé. El crepé es un material extremadamente duradero. Cuesta mucho que se desgaste. Por otro lado, es confortable, ya que reduce el impacto de las pisadas. El problema del crepé es que repele el pegamento. Para colocarlo se utilizan colas especiales. Aun así, no es extraño que una suela de crepé se te desprenda del zapato, por lo que deberás llevarla al zapatero. Son frecuentes en zapatillas casuals y en un tipo de botines de ante que se conocen popularmente como “pisa-mierdas”.
Accesorios necesarios.
Confeccionado todo el zapato es necesario colocarle una serie de accesorios que permiten que el calzado dure más tiempo.
Uno de ellos son las plantillas interiores. Normalmente de piel. La razón de su uso no es tanto la comodidad como la protección de la palmilla. Una plantilla semirrígida pegada o cosida a la parte exterior del zapato, por un lado y a la suela o entre-suela por el otro. Esta pieza se puede ir deteriorando con el sudor, por lo que es necesario protegerla.
Otro de los accesorios que suelen llevar los zapatos son la vira o cerquillo. Una tira de piel, o goma, que se pega entre el zapato y la suela, y que además de tener un efecto estético, sirve para dificultar que la suela se despegue, se abra o se desprenda.
Una vez colocada la vira se suele pasar el canto de la suela por las lijas de una máquina para rebatir el montado o un banco de finesaje, donde se iguala el conjunto, dándole un acabado más pulido.
Otra de las acciones finales puede ser el teñido del zapato, para cambiarle el color o la aplicación de ceras y grasas para proteger la piel y darle un aspecto más vivo.
Ensanchar el zapato en una horma.
Confeccionado todo el zapato, los materiales tienden a contraerse, por lo que para que mantengan la forma es recomendable conservarlos durante unos días dentro de su horma correspondiente.
Una acción que suelen realizar algunos zapateros es la de colocar los zapatos recién acabados en una horma metálica de ensanche. De esas que se suelen utilizar cuando los zapatos nos aprietan y no queremos que nos hagan daño en los pies.
Esta es una horma distinta a la que hemos utilizado en el montaje, Se trata de un torno con una rueda que va separando unas barras metálicas hacia los lados, haciendo que la horma de hierro que se ha encajado en las barras, estiren los zapatos para los lados o para arriba.
Este paso es necesario para conseguir que los zapatos recién comprados nos resulten cómodos y no nos aprieten desde un principio.
Seguro que un asunto que nos llama la atención es la forma en la que vienen embalados los zapatos. En el interior del zapato puede haber pernos con muelles o bolas de papel arrugado que van haciendo presión hacia el talón por medio de una varilla de plástico.
La razón es sencilla. Los materiales del calzado tienden a relajarse y contraerse. Sin la presión correspondiente, los zapatos se pueden deformar. Con independencia del material con el que hayan sido fabricados: piel o tela y goma, el calzado debe ir moldeándose poco a poco hasta que adquiera la forma deseada.
La tecnología que se utiliza en la fabricación industrial de calzado se basa en estos pasos, solo que optimizándolos y aumentando la producción.